Work as a Remedy Good Practices Book ES

"El test de CI muestra un nivel muy alto; la motivación interna de Amalia es fuerte, la implicación de la familia es adecuada y coherente, y el programa terapéutico que se sigue es adecuado. Estos son los elementos que salvarán a Amalia", nos dijeron los especialistas en salud mental con los que trabajamos estrechamente. Y así fue. La lucha continuó. A los cinco años, pronunciaba todas las letras con claridad. Se comunicaba correctamente y algo más... no paraba de hablar... siempre tenía algo que decir, ¡y lo disfrutaba! Su padre no estaba de acuerdo con que repitiera la escuela infantil para que llegara más fuerte emocionalmente a 1 º de Primaria. Me preocupaba mucho saber si lo conseguiría. Amalia deseaba desesperadamente ir a primero con sus amigos. Y así sucedió. Cuando trajo a casa su primer examen con un sobresaliente, me eché a llorar y ella me dijo: «¿Por qué reaccionas así? ¿No te dije que sería la mejor de la clase?». Pero el sistema escolar es más exigente y duro. En los cursos superiores, estudiaba y estudiaba, pero el tiempo que dedicaba al estudio (que era mucho) no se correspondía con el rendimiento esperado ni con las notas deseadas. «¿Por qué sigo sacando 7 y 8 si estudio tanto?». A menudo tenía decepciones con sus amigos. Sus relaciones tenían altibajos. «¿Cómo iba a concentrarse en estudiar si antes no resolvíamos sus problemas emocionales?». Mamá siempre estuvo a su lado, a veces con mucha paciencia, otras veces con un poco menos. Volví a estudiar. Dejé el campo paramédico en el que trabajaba y me centré en el trabajo social, concretamente en el campo de la salud mental. Durante muchos años, Amalia y yo «bailamos tango», como me gusta decir. Sus necesidades determinaban mis decisiones, y yo intentaba asegurarme de que mis decisiones tuvieran un impacto positivo en su desarrollo. Fui su educadora y su consejera. Durante toda la escuela primaria leí con la pequeña Amalia de forma práctica. La apoyé en secundaria y bachillerato, organizando juntas proyectos creativos, ya que tenía aptitudes para las aplicaciones tecnológicas, y le mostré una forma más funcional de estudiar para la vida. La animé a participar en actividades extraescolares (ballet, baloncesto, taller de teatro, clases de cerámica) y en actividades escolares de grupo (por ejemplo, coro, grupo de teatro). Amalia también estudiaba inglés, alemán y música. Yo siempre estaba a su lado, observando cómo respondía al método de enseñanza de cada profesor. Las clases de idiomas adoptaron naturalmente la forma de clases particulares. Cada vez, discutíamos con el profesor respectivo cómo diferenciar su enseñanza. Algunos profesores no podían adoptar métodos de enseñanza más alternativos, así que cambiamos de profesor, no muchos, por suerte. Cambiamos un profesor de inglés y otro de música, y con ese cambio, Amalia cambió de instrumento (de piano a guitarra).

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