Work as a Remedy Good Practices Book ES
E l re c orrido de A m a li a : La resilien c i a de un a f a mili a , el a mor de S ofí a y el triunfo de un a hij a ¡Un dulce bebé vino al mundo! Sonriente, hermosa, tranquila, fácil de dormir... Creció y floreció. Con sus grandes ojos, miraba profundamente a los ojos de quien tenía delante, observando y explorando... algunos dirían que en las profundidades del alma. Pasaron los primeros dos años y medio. Estaba preparada para hablar, pero justo cuando empezaba, algo la detenía... No lo sabía, no lo sabíamos; sólo intentábamos entenderla, comunicarnos. A veces lo conseguíamos, a veces no. A los dos años y medio, casi tres, ya intentaba hablar con niños de su edad. Amalia era tan amable y encantadora que otras niñas se le acercaban enseguida, se hacían amigas en los columpios... pero en cuanto le hablaban y ella no respondía, se iban. Se quedaba un rato triste, pero luego cogía una pelota y se ponía a jugar sola. A los tres años, sólo sabía decir veinte palabras, y todas tenían una L... Señalaba con el dedo meñique lo que quería. Yo entendía bastante, pero ¿cuánto? Para las cuestiones que no entendía, Amalia decía «ato», que significaba «déjalo estar», haciendo el correspondiente gesto de renuncia. Amalia decía «ato» y jugaba sola a la pelota... ¡Menudo puñal para el corazón de una madre! Aunque el pediatra nos dijo que esperáramos, que no nos preocupáramos, que cada niño tiene su propio ritmo, por suerte no esperamos... Su padre no esperó, ¡y menos mal! Por aquel entonces estaba haciendo cursos de «desarrollo infantil» para su trabajo (como parte de la obtención de cualificaciones docentes para trabajar en educación), y se dio cuenta de que Amalia parecía tener déficits significativos para su edad. No lo dudamos ni un momento. Siguieron los exámenes: neurólogo, pediátrico, electroencefalograma y varios más... ¡No! No tenía ningún trastorno del desarrollo; no tenía Trastorno del Espectro Autista... pero, ¿qué tenía? Nos hablaron de dificultades auditivas, problemas de articulación, dificultades motoras finas y gruesas, rasgos de TDAH y, posiblemente, signos de dislexia en el futuro. Al oír todo esto: ¡Pánico! «¿Qué hacemos ahora?», nos preguntamos los desorientados y aterrorizados padres.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy MjQzMTQ4